Limpia tu cristal
En
este mundo traidor
nada
es verdad ni es mentira.
Todo
es del color
del
cristal con que se mira.
Y
Y
si
lo ves mal
limpia
tu cristal.
En
el primer día Dios creó la luz; en los siguientes el paisaje que lo
llenó de plantas, astros y animales. En el sexto día Dios creó al
hombre a su imagen y semejanza. El hombre perfecto es el espejo de
Dios.
El
hombre normal es como el cristal de la ventana, que según la
diferencia de luz entre el interior de la casa y el exterior, se
comporta como espejo reflejando o como foco proyectando.
En
el interior de la casa habita el alma, que gobierna desde el corazón.
Los ojos son sus ventanas y el cristal es la mente humana.
El
cristal perfecto debe ser simple, recto, y estar limpio y bien
orientado. El hombre debe trabajar para conseguirlo. La sencillez y
el candor de un niño pequeño lo consiguen sin esfuerzo. La
sinceridad del hombre justo hace recto el cristal. La pureza le da
brillo. El egoísmo curva el cristal con la injusticia: achica
nuestros vicios y agiganta los ajenos.
El
hombre científico abre la ventana a la luz de la luna palpando las
sombras con el bastón de la razón.
El
hombre religioso abre la ventana por la mañana, admira la inmensidad
de la creación, contempla su belleza y todo el día está dando
gracias a la Bondad del Creador.
El
cristiano de verdad se orienta hacia el Sol de Cristo, que atraviesa
el cristal de la mente, llegando hasta el corazón donde enciende el
fuego del Amor. Como un crisol purifica sus sentimientos. Con su
resplandor ilumina la mente con la luz de la Fe. El cristiano, ungido
con el crisma del Espíritu Santo, es como un sol de primavera que
alegra el ambiente con claridad y caridad.
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