El
diablo: padre de la mentira
Esta
vida es un camino
para
el otro que es morada sin
pesar.
Mas
cumple tener buen tino
para
hacer esta jornada sin
errar.
Jesucristo
es la Luz de la Verdad que alumbra el camino que nos conduce a su
Reino.
El
diablo es la sombra que esconde la mentira que engaña y nos pierde en
el laberinto que puede terminar en su infierno.
El
Cielo es la promesa para los que perseveran en el camino recto y
claro de los Diez Mandamientos, que la Palabra de Dios escribió en
las tablas de piedra del Sinaí.
Al
cielo no puede entrar nadie que perturbe la armonía y la paz del
Reino de Dios. Como en una cadena de producción es necesario un
control de calidad que asegure la bondad y fiabilidad del producto
terminado. Esta labor la ejerce el diablo, que privado del alimento
angelical de la visión de Dios al desobedecerle, como gitano
chatarrero se alimenta de lo que consigue desviar al desguace.
Dios quiere que busquemos su
Reino y comprendamos su Justicia, sin vivir agobiados por la comida,
el vestido o la cama. El pecado es vender la herencia celestial por
un plato de lentejas.
El
demonio dice querer liberarte de la obediencia a unas normas
obsoletas producto de unas estructuras jerárquicas de poder sobre las personas a
las que dominan dando el sentimiento de pecado y culpabilidad.
El
diablo, con la niebla de sus mentiras y halagos, oculta nuestro destino eterno para que sólo percibamos el momento cercano. Como cazador
trampero es hábil decorador: tapa con paja el cepo y hace brillar el
cebo como un oportuno regalo del cielo. Quien no quiere mirar a Dios cae en la trampa y se hace esclavo del demonio que le bebe su energía vital, tortura y
roba el alma.
Satanás
es la inteligencia suprema de la Creación que consiguió engañar al
hombre perfecto: Adán, que por complacer a Eva, su mujer, desobedeció
a Dios al comer de la fruta prohibida.
Pero
Dios es Maestro que nos corrige y enseña. Por la misma puerta en que
buscamos el placer nos viene el dolor para que retornemos a la senda marcada por el mapa de la Fe.
Adán
debe trabajar con el sudor de su frente el huerto de su mente para
limpiarlo de la maleza que oculta las trampas del Predador. No nos
dejemos engañar. Busquemos primero la Verdad para luego ejercer la
libertad.
La
paz interior está garantizada a los hombres de buena voluntad que
son los que elegirán el Bien, y el sufrimiento desesperado, por
eterno, para los que elijan el Mal.
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