lunes, 10 de febrero de 2014

Símbolos del Camino de Santiago


SÍMBOLOS DEL CAMINO DE SANTIAGO






Nuestras vidas son unos ríos que van a parar a la mar que es el morir.





Santiago, antes de ser apóstol de Cristo, fue junto con su hermano Juan Evangelista, discípulo de Juan el Bautista: La voz que clamaba en el desierto preparando el camino para la llegada de Cristo, colmando bajezas, rebajando soberbias, enderezando dobleces. Además de: domesticar el cuerpo con la penitencia, ser honrado en el trabajo, y compartir comida y vestido con el necesitado. 

En el río Jordán, el Bautista con su concha cogía agua y la derramaba sobre la cabeza del penitente; luego sumergía todo el cuerpo en el río para resurgir con el alma limpia, preparada a la venida del Cristo y para que sea digna morada del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios.
La concha simboliza el bautismo en el río Jordán. Concha que está en el fondo del mar y que a veces contiene una perla. Este mundo arrastra el alma hasta llegar a un fondo oscuro de insatisfacción, pero si el alma tiene la perla de la buena voluntad puede resurgir hasta la luz del sol que ilumina y calienta.

Como el río depura sus aguas en su viaje al mar, el camino limpia el cuerpo y la mente del peregrino. 
El agua estancada termina por corromperse; la rutina del mundo puede que llene algún bolsillo, pero empobrece el alma y enmohece el corazón.
El camino es un río que fluye hacia el mar como la vida hacia la muerte.
El bautismo en el río limpia la cabeza de los errores acumulados por la educación, y en la rutina de la civilización.  
Es bueno alejarse para tener una perspectiva más global, ir al desierto para conocernos a nosotros mismos.
La pobreza es una virtud que da alas para caminar y reduce el equipaje al mínimo. La austeridad nos mueve más ágilmente para subir al monte y tomar la visión global de la vida, aclarar nuestras ideas dejando pocas y contundentes.

En la medida que se limpia la mente, el cuerpo deja de pagar con dolor los errores aumentando su energía en fuerza y resistencia.
Un cayado recto, como la razón,  nos ayuda y nos hace ser prudentes en el camino. El sombrero le resguarda de los malos pensamientos que el demonio intenta sembrar en la mente.

El esfuerzo físico nos ayuda a conocer, con los dolores, nuestros límites, que con paciencia se van superando. Nuestros ojos van contemplando la belleza de los paisajes, nuestra mente se eleva hacia el Creador.
Quien no sabe estar solo no merece estar en compañía. En el camino y en la vida vamos encontrando amigos con los que es un placer compartir esfuerzos, alegrías y dificultades. La conversación amena fluye agradablemente.
La mejor compañía es la de Dios con nosotros. 
La Providencia es providente, en cada pueblo hay una fuente para llenar nuestra pequeña calabaza, y también una iglesia y en el grifo de la oración se llena con la divina gracia nuestra hueca cabeza.

El Sol acompaña y orienta al peregrino en su camino de Este (oración) al Oeste (sacrificio). 
El Sol del amanecer guía la mañana del peregrino, y en la sombra de su personalidad puede verse defectos a corregir.
Flechas amarillas como rayos de Sol clavados en el suelo son como las oportunas intuiciones que nos evitan despistes.
Al atardecer, olvidándose de la sombra que deja su persona, el espíritu se eleva como un águila mirando al Sol de frente con la segura esperanza, como el Ave Fénix, de resurgir de sus cenizas en la nueva vida tras el ocaso.
Muere el Sol y el cielo se llena de estrellas. 
La muerte es el mayor sacrificioLa muerte de Cristo llena el cielo de santos. Santiago es el primero de los apóstoles que ofreció su vida en sacrificio con la esperanza de la gloria.

El peregrino que, humilde, llega a Compostela, comprende los errores de nuestro padre Adán, saluda la mente del maestro Mateo como representante de los constructores de catedrales que sembraron esta tierra de templos llenos de arte para alabanza del Creador. Luego abraza al apóstol Santiago dándole las gracias por transmitir la Fe en Jesucristo. Después baja a la cripta para enterrar sus vicios y pecados.
En lo alto está la estrella del apóstol que cambia el cayado al humilde peregrino por la espada de la Sabiduría, y le regala un caballo blanco como su mente para que vuelva a su tierra con su espíritu cabalgando en lucha contra los vicios, y en defensa de la Fe en Cristo.
El que peregrina hasta el Campo de las Estrellas y no se encuentra con la estrella del apóstol, seguirá su camino hasta el Fin de la Tierra, donde se tropezará con la Costa de la Muerte.


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